A la mayoría de la gente les gusta las fiestas; pero, muy pocas están conscientes de que buena parte del disfrute se lo deben a los camareros. La cuestión es que son mucho más que personas sirviendo a las mesas o repartiendo las bebidas; requieren ser eficientes, lo que implica rapidez y calidad, tener un aspecto agradable y la habilidad de resolver situaciones imprevistas.
Su característica más notable es la de pasar desapercibidos cuando su presencia no es solicitada, tal parece que se hacen invisibles. Sin embargo, en el momento de llamarlos notamos que se trata de auténticos profesionales con una extensa formación, capaces de salir adelante con elegancia y tacto bajo cualquier contingencia que se manifieste.
Un buen camarero no solo sabe atender apropiadamente a los comensales, presentando la comida y retirando los platos en el orden correcto sino que resuelve con presteza y delicadeza los problemas que surjan. Por otro lado, conoce de vinos y quesos, catas y maridaje, y una serie de temas que le permiten opinar con inteligencia al respecto.
Finalmente, un camarero, de una empresa de prestigio, se preocupa por su imagen. Se mantiene limpio y pulcro con las uñas bien recortadas y el cabello del largo apropiado. Es amable y cortés, con independencia de las tensiones a las que lo pueda someter un invitado, niño o adulto. Responde al instante en el que es llamado y nunca es grosero o atrevido. Incluso, muchos de ellos se han preocupado por aprender otra lengua, prestando así un servicio bilingüe.
De manera que, usted no debe olvidarse de incluir a los camareros en la lista de puntos a considerar para la preparación de su importante evento, ya sea, una celebración familiar (cumpleaños, boda, aniversario, graduación) o empresarial. Recuerde que el mejor banquete amenizado por la orquesta más famosa de la temporada quedará oscurecido si no es servido a tiempo y con profesionalidad.
